La evolución del vestido de novia

Si en pasadas publicaciones hablábamos de la evolución en el anillo de compromiso, hoy toca hablar del progreso en cuanto a otro elemento fundamental en las bodas, el vestido de la novia. Y es que, al igual que el papel de la mujer ha ido evolucionando, así como la moda que la viste, no podía ser de diferente forma con el vestido de novia. Unos diseños que van desde lo más recatado, hasta lo más atrevido y original.

¿Os atrevéis a echar un vistazo por los diseños que vestían hace años a nuestras antepasadas? pues entonces no os perdáis la publicación que viene a traeros Navas Joyeros Boda, quien sabe, hay un número de novias muy elevado que un mes antes de la boda aún no han encontrado el vestido perfecto, quizás alguna de ellas se deje atrapar por los bocetos de años anteriores.

Para ello, haremos un repaso en los últimos cien años, recreándonos en los diseños que daban forma a los trajes de novia década tras década.

Podríamos decir que se empieza a dar un valor mayor al vestido de novia en 1915, aunque parezca todo lo contrario por las enormes telas que más que vestir a la novia, la ocultaban. Pero como hemos dicho anteriormente, los vestidos de novia son el más puro reflejo del papel de la mujer en la sociedad.

Destaca también en la década que comprende entre el año 15 y el 25, el enorme ramo que gastaba la novia.

Los años veinte nos descubrieron un destape mayor de la novia, aunque todavía puede decirse que lo que realmente sobresale es su figura recatada y nada atrevida. El velo sigue siendo fundamental como parte del atuendo de la novia, mientras que las perlas aparecen en el mundo nupcial con gran fuerza para quedarse y establecerse como un complemento que proporciona caché y elegancia.

 

 

En la siguiente década, apareció la tendencia de lucir una gran capa de encaje que cubría a toda la novia, a su vez, se produce el nacimiento del estilo romántico en la moda nupcial con el uso de la corona o tiara. Los diseños de los trajes nos mostraban líneas muy sencillas con encajes y bordados de lo más refinado, en definitiva, los treinta son los años de una novia sencilla y romántica.

Todo este estilo cambia y para ver dicha evolución no habría que esperar mucho, pues en 1940 la mujer empieza a marcar estilo, a romper las reglas establecidas de lo clásico y recatado. Los bocetos dibujan las hombreras del traje más pronunciadas y la cintura más acentuada, la novia empieza a sacar sus armas y sensualidad de mujer.

Eso sí, la distinción de las perlas como complementos sigue estando muy presente, al igual que lo pudoroso y reservado con unas mangas más largas y un escote más cerrado. Otro de los puntos más características de los años cuarenta es la cola larga del vestido, algo que a día de hoy no ha dejado de estar presente en los diferentes diseños nupciales.

 

 

Parece mentira que en un período tan corto de tiempo, concretamente en menos de diez años, el diseño del traje de la novia cambiara tanto, pero así es y prueba de ello es esta evolución, sobre todo en el salto que se produce  de los años cuarenta a los cincuenta.

La cola larga deja de llevarse, pues empieza a imponerse la falda midi, luciendo de este modo los tobillos de la novia.

De la misma forma, las hombreras que antes se marcaban con mayor empeño, en esta década concebimos el vestido de novia con un escote mucho más abierto, lo que provoca la inexistencia de estas.

En la siguiente década, asistimos al nacimiento de una evolución evidente que no termina hasta finales de los noventa, pues observamos una novia cada vez más oculta entre piezas del traje más extensas y largas; la falda vuelve a crecer de tamaño, aunque no hasta el punto de lucir una gran cola como en años anteriores y el velo vuelve a coger más tamaño.

Podríamos decir que lo único que vemos de la novia son los brazos al descubierto gracias a las mangas de sisa.

Pero esto se hace más evidente en los setenta, cuando a pesar de que el estilo boho se pone impone, la novia va mucho más tapada que en ocasiones anteriores. Asistimos a una clase mucho más relajada, sin tocados y sin costuras demasiado acentuadas en el vestido, lo que confería a la novia una comodidad extra.

Quizás lo más notorio y excepcional en lo que se refiere a diseños de trajes de novia llegue en los años ochenta, pues en esta década lo exuberante no está de más y aunque observamos a una novia tapada por doquier, la personalidad y fuerza de la misma se hace evidente con volumen en todas partes; peinado, hombreras, escote, ramo etc.

Al fin y al cabo, asistimos a los años que revolucionaron todos los ámbitos culturales, como por ejemplo la música y el cine, y por tanto, la moda nupcial no iba a ser de menos.

 

 

Como se suele decir, todo lo que sube vuelve a bajar, y de repente en la década de los noventa, el aire exagerado en el look de la novia de desinfla totalmente, dando lugar a un estilo donde la delicadeza, la elegancia y la sencillez van cogidas de la mano.

Asistimos a la filosofía de “menos es más”, aunque aún con resquicios de épocas pasadas, como el tamaño grande del ramo de flores.

Por otro lado, el escote abierto y las faldas en A fueron toda una inspiración para los diseñadores nupciales de la época.

La década de las conspiraciones apocalípticas llegó y con el inicio de nuevo siglo, las novias estrenaban estilismo, pues aunque la filosofía de “menos es más” aún perduraba, el palabra de honor se posiciona como elemento básico en la estructura del traje de la novia.

Mientras, el tamaño del ramo se va reduciendo, así como también lo hace el volumen de la falda, que se estrecha en comparación a la línea de las anteriores para dar paso a una corta cola.

 

 

Y por último, la comodidad en la novia se instaura como estamos viendo a día de hoy con líneas más rectas en la estructura del vestido, el encaje regresa con más fuerza que nunca pero lo más importante es la cantidad de propuestas que la moda nupcial propone a la novia; volantes con velos bordados de seda o tul, trajes cortados al bies, líneas rectas y pegadas al cuerpo, corpiños bordados en filigrana dorada, vestidos en palabra de honor, incluso el estilo más español con volantes, mantillas y flores naturales de colores para el tocado.

En definitiva, esta larga evolución ha servido para que a día de hoy, las reglas solo las pongas tú.